EL ARTE DE LA CRÍTICA ELEGANTE
EL ARTE DE
LA CRÍTICA ELEGANTE
Una
de las facetas donde se dibuja una vez más el gran carácter
humanista de Larrauri, es en la de crítico musical. Ejerció esta
labor en el periódico bilbaíno El Correo, de 1960 a 1971, este
periódico es uno de los decanos de la prensa española y de
Vizcaya. Durante estos años se encargó principalmente de hacer las
críticas de los conciertos de la orquesta de la ciudad, los de la
sociedad Filarmónica y los del teatro Arriaga.
Si
leemos sus crónicas podemos sentirnos desplazados a esos conciertos
y vivirlos como si estuviésemos allí. Con esa magia del verbo con
la que podía hacernos sentir que eramos uno más entre ese granado
público. Son crónicas con un cuidado extremo en el uso del
lenguaje. Tiene una gran corrección léxica. Se nota en ellos el
gran dominio que tiene del verbo, probablemente fruto de sus estudios
de filosofía y latín.
Respecto
al público que hemos comentado antes, también él les incluía en
sus crónicas cuando lo consideraba necesario, ya fuese para alabar
su papel o para reprender malas actitudes por su parte. No debemos
olvidar lo ya dicho, que es un defensor a ultranza de las buenas
formas. Era algo que tenía tan instaurado en su ser que no podía
comprender y permitir actuaciones fuera del protocolo establecido en
cada ocasión.
En
todos artículos ya hemos hecho mención a su elegancia y corrección,
pues una vez más debemos hacer mención de ellos para referirnos a
su trabajo como crítico. Elaboraba la crítica sin necesidad de que
el aludido se sintiese ofendido, le ayudaba a mejorar pero nunca
sintiéndose injustamente tratado o vilipendiado. Exponía los hechos
con sumo cuidado y sensibilidad sin evitar la crítica, si esta era
necesaria. Su labor docente que desarrollo durante años le ayudo a
que estas críticas fuesen seguidas de comentarios positivos y
perspectivas de mejora. Si nos basamos en su forma de escribir nos
atrevemos a decir que era un gran orador y un interesante
interlocutor, dominador de los tiempos y las palabras como pocos.
Todas las personas que le conocieron es una característica que
destacan de él, su gran capacidad conversadora y su brillantez en la
misma. Para esto se debe ser poseedor de una gran locuacidad y
formación.
La
labor de crítico musical no es fácil pero él la llevaba a cabo de
una forma natural, una crónica salida de sus manos y pluma se
convertía una sinfonía de palabras. Se trasluce un gran
conocimiento de la música no solo en su aspecto compositivo sino
también interpretativo e histórico. A través de sus críticas y
su vida podríamos hablar de un hombre del Renacimiento en el siglo
XX. Una persona con formación variada y sensibilidad natural.
Era
extremadamente cuidadoso con las formas pero esto era algo que se
traducía en todos los aspectos de su vida. Si sus criticas se
caracterizan por la elegancia y el saber estar, así era su
comportamiento diario. Cuando decimos que era un caballero
renacentista no solo lo decimos por sus habilidades y conocimientos
sino también por sus actitudes. Tenía una personalidad magnética
que te trasladaba a otro mundo y otras realidades con su simple
presencia y a magia de su verbo. Cuando lo conocías transmitía una
sensación de autenticidad e integridad que provocaba en el individuo
un respeto inmediato hacia su persona.
Una
cosa que llama la atención de sus artículos y que por desgracia se
ha perdido, es el uso del plural de pleitesía. Es un uso del
lenguaje que demuestra la humildad y categoría del autor, y que ha
caído en desuso en nuestros días. Me parece que su uso es sinónimo
de unas formas y modales que casi se consideran propios de otras
épocas pero se deberían recuperar. Se debería tomar su forma de
escribir como modelo de corrección y estilo.
Con
el análisis de su producción critica, no podemos otra cosa, que
reiterarnos en lo excepcional de su figura. Hay muchos compositores
que han realizado critica musical, pero pocos que hayan renunciado a
ella al empezar a componer por ética y principios. De forma que sean
capaces de reinventarse en cada artículo. Cuando una persona se ve
obligada a escribir un artículo semanal, o con mayor frecuencia,
incluso durante tantos años, es fácil que caiga en la repetición y
al final todos sus artículos sean parecidos, en el fondo aunque
cambie el contenido. Esto es algo que no ocurre en el caso de
Larrauri, si bien tiene un estilo claro y definido, sus artículos
son todos distintos y frescos. Como después lo sería su música.
Estamos ante un alma creadora que se dedico a la composición, pero
que habría triunfado en cualquier empresa creativa que se hubiese
propuesto, como lo demuestran sus años de crítico.
Ya
en estos años, muestra un gran interés y así lo expresa, por la
difusión de la música nueva que se estaba haciendo en España y
otros países, que no estaba llegando a las salas de concierto,
concretamente a las bilbaínas que era sobre las que él escribía.
Hacía valoraciones muy positivas cada vez que se programaban obras
nuevas o inéditas para el público bilbaíno.
Siempre
nos quedaran ahí sus críticas, por medio de las cuales, podremos
volver a disfrutar como si fuese hoy de los conciertos a los que
asistió. Por eso es una suerte que sus críticas queden aún hoy
conservadas en las hemerotecas. Es algo que quedará ahí para
futuras generaciones y que podrá enriquecer sus vidas y sus
visiones, como enriquece las nuestras cuando recurrimos a ellas. Un
autor es en gran medida su obra y mientras podamos conservar la de
Antón tendremos a nuestro alcance su genio creativo. La persona
nunca ha sido olvidada porque ha sido una persona amada y respetada
por sus amistades, sus alumnos y todos aquellos seguidores de sus
obras.
Si
hay una palabra que puede definir su trabajo como crítico es
ELEGANCIA. Debemos aprender de él y recuperar parte de ese encanto
perdido en las crónicas actuales. Demostrando un buen gusto y
buenas formas a la hora de elaborar las críticas, manifestando por
medio de estas, un sentido armónico de la expresión, más humanista
y más universal.
Minerva
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