Que la niebla del olvido no nos cubra.



Que la niebla del olvido no nos cubra.

Se me vuelcan las ideas en el recuerdo, dejando pasar entre júbilo y tensión lo que las neuronas me inundan. Estoy entre las faldas de nuestra memoria, cultivando el orden, pretendiendo que las cosas fluyan con el encadenamiento de las circunstancias que han hecho nuestro cotidiano escrito del diario en el que arropamos los años.

Para mí los días de aquel pasado son mi presente, yo vivo enamorado de los momentos bellos que nos han forjado como visionarios de esta vida. Instantes que fijos como una foto nos iluminan en nuestro caminar sobre los días que se juntan llevando nuestro aprendizaje y olvidando nuestro sendero entre las nubes de un olvido que nos consume con las manos del hastío.

Dejo el café ardiendo en la espera de la mesa, mientras mis horas pasan por las imágenes del filósofo con el que compartía la tarde, ensimismados entre palabras que cruzaban cargadas del fuego de las convicciones. Nos exponíamos entre mil opuestas ideas, gozando de las múltiples formas de ver nuestras vidas. Hablando y escuchando, comprendías el valor de las palabras y dejando que la mente poco a poco haga sus sentencias y estas reflejen lo aprendido.

Entrando en la conversación uno abría las manos del conocimiento y el encuentro era necesario, gozoso, una fuente de nuevos conceptos, gracias a las palabras que encienden nuestro cerebro y las que hacen que nos sintamos completamente reflejados en el otro, de forma que cada palabra del uno la tenía pensada el amigo en su origen. El goce del verbo como un mensaje que abre a nuestras almas a la comprensión de lo profundo de nuestras existencias. El mínimo de la expresión se volvía plegaria para los miles de nuevos encuentros que durante tantos años han sembrado mi propio conocimiento, son las palabras que doran al personaje, las conversaciones que forman a nuestro criterio. Cuando sus mensajes cruzaban el vacío del salón camino al que un día como fiel pupilo escuchaba a este hombre como a un mentor con mágica sabiduría, estas se convertían en fuente inagotable sobre mi cabeza, lucia los rincones de aquel que le escuchaba. Era el hombre en su evolución, culto, agradable, el brillante conversador que ilumina cada palabra con el énfasis de sus ojos. Ojos que hablaban por si solos, despertando en su comunicación el fuego que enfriado por la rutina de la vida retornaba nuestra pasión por el hecho de existir. Una voz profunda y cavernosa producto de su presencia, cargada de esa sensación que te participaba de tener todos los caminos muy andados. Disfrutaba de cada hora, de cada encuentro, o …he de decir disfruto …. En mi memoria esos momentos están vivos y los recorro con el ansia de quien aun sabe reconocerle entre los recuerdos, con la pasión de quien valora las cosas y con la hondura que a cada momento te trae el recuerdo. Los dos seguimos en esa habitación hablando bajo la bendición de un buen whisky comulgando con nuestros pensamientos, escuchándonos y saboreando lo que al tiempo se convierte en el teatro donde nuestros egos dibujan su fantasía.

Yo no hablo de un autor, personaje publico ante quien la estima y el respeto de todo una sociedad aplaude, dedico mis recuerdos al hombre que para muchos fue un padre y ante otros solo un amigo, pero sin nostalgia, le tengo conmigo en mis entrañas como parte de aquello que me ha forjado y ante el que nunca podré dejar de decir gracias y un te quiero. Pero mis palabras están en algún lugar, en una sala donde los dos seguiremos tomando un buen whisky perdidos entre nuestras ideas, hablando y hablando de todos esos temas que hicieron de nuestras horas en común un trozo inolvidable en nuestras vidas.

ISRRAEL 3 PEREZ

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Un Musika- Música de la generación del 51?

Oír su música y dejarse llevar. El Zan Tiretu de Antón.