La tertulia


LA TERTULIA O EL SABER ESCUCHAR por Javier Tejerina (*)

Delante de mi tengo un libro titulado: “El Arte perdido de escuchar”, su autor Michael P. Nichols (Urano). Lo he leído muchos varios años después de perder a Antón Larrauri, pero su contenido me ha refrescado lo que sucedía en nuestras tertulias de algunos domingos por la mañana.
En uno de los párrafos iniciales se lee: “El poder de una escucha empática es el que transforma las relaciones.” Y es que haciendo memoria, me doy cuenta de que esperaba con ansias aquellas tertulias. Eran como el tiempo de recreo dentro una actividad laboral llena de conflictos. La tertulia no era competitiva, los turnos de hablar no eran para quitar la palabra al otro sino que surgían de forma natural, no había interrupciones para imponer ideas, ni discusiones acaloradas, ni argumentaciones propias de la Universidad o de los Tribunales. La postura interior era la de aprender el uno del otro, de asombrarse ante los misterios de la vida, de tratar de comprender el por qué de las cosas. Sentir emociones a través de la palabra. Como dice el título del libro, casi un Arte perdido.

Parece simple, pero ahora que constantemente veo lo contrario en las tertulias televisivas, me doy cuenta de lo que transformador que fueron esas charlas.

En la contraportada del libro mencionada se dice: “Nada resulta más inquietante que la sensación de que las personas que tenemos cerca no escuchan realmente lo que queremos decir. Pero, ¿Por qué sentimos a menudo que se corta la comunicación incluso con la gente más próxima: familiares, amigos o colegas.”

En los últimos años he dado bastantes cursos relacionados con la comunicación humana y he tratado de analizar esos motivos. Voy a resumir algunos:
  • Es preciso una escucha Activa. Puede parecer que el que escucha, lo hace, simplemente estando pasivo. Pero nada más lejos de la realidad, hace falta esfuerzo de atención y comprensión, es decir estar activo.
  • La gente entiende que escuchar es esperar educadamente su turno, y quien hace esto ya está escuchando. Pero eso no es suficiente.
  • Se debe silenciar el dialogo interno. Mientras escuchamos vamos elaborando las respuestas que se van a dar, lo mismo que el abogado cuando está hablando el fiscal, y se entabla una lucha dialéctica que cada uno trata de argumentar. Si se hacen juicios de valor, no se está escuchando.
  • Hay que practicar una palabra de moda: Empatía. Es decir colocarse emocionalmente en el lugar del otro. La empatía logra captar las emociones del otro y en consecuencia facilita vivenciar su punto de vista.
  • Una comunicación autentica no es para imponer una idea, sino para aprender juntos.

Bueno, pues todas esas reglas se producían en mis Tertulias con Antón Larrauri. Yo no las había estudiado previamente, y estoy seguro que él tampoco. Y es que cuando surge la empatia de forma espontánea sobran las reglas. Muchos de los contenidos de aquellas reuniones las fui pasando a un diario. En algún momento me extenderé en alguna de ellas.


(*) Javier Tejerina, fue amigo y colaborador de Antón Larrauri.

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